El capitán Gerd Wiesler es un oficial extremadamente competente de la Stasi, la todopoderosa policía secreta del régimen comunista de la antigua República Democrática Alemana. Pero, cuando en 1984 le encomiendan que espíe a la pareja formada por el prestigioso escritor Georg Dreyman y la popular actriz Christa-Maria Sieland, no sabe hasta qué punto esa misión va a influir en su propia vida.
La historia comienza en el Berlín Este del año 1984. La Stasi, la policía política de la RDA, con 100.000 agentes y 200.000 informantes, vigila cada día la vida de sus compatriotas. Gerd Wiesler (Ulrich Mühe) quien firma sus informes como HGW XX/7, convencido comunista y capitán de la Stasi, es elegido para la vigilancia del conocido dramaturgo Georg Dreyman (Sebastian Koch), escritor fiel al régimen de la RDA. Wiesler no sospecha que el ministro de cultura Bruno Hempf respalda el proyecto con la intención quitarse del medio a Dreyman y quedarse con su novia, la actriz Christa-Maria Sieland (Martina Gedeck). Ésta había cedido a los avances del ministro, porque de lo contrario hubiera peligrado su carrera de actriz. El teniente coronel Anton Grubitz (Ulrich Tukur), superior de Wiesler, intenta estimular su ya pronunciado olfato de espia y seducirle con un ascenso si el proyecto tiene éxito.
Un equipo de hombres de la Stasi cablea la vivienda de Dreyman, instalando micrófonos ocultos, y se dispone la central técnica en el desván del edificio. El espionaje le permite a Wiesler – soltero, con una vida privada insignificante y un piso dormitorio decorado de modo espartano – observar el mundo del arte y de los librepensadores, así como las relaciones interpersonales, de las que él no disfruta. En la fiesta de cumpleaños de Dreyman, un amigo suyo y director teatral, Albert Jerska - quien tiene una prohibición de trabajo por ser crítico con el régimen - lee a solas un libro de Bertold Brecht. Wiesler, que vigila la escena, sustrae en otra ocasión furtivamente el libro. Especialmente se muestra el momento en que Wiesler lee inspirado unos versos del mismo en su casa.
La actitud conformista de Dreyman cambia cuando descubre la relación entre Christa y el ministro Hempf, y se decide a actuar cuando su amigo Albert Jerska, sin esperanzas de poder volver a trabajar en su profesión, se suicida. Al recibir la noticia Dreyman, conmocionado, toca al piano la “Sonata del hombre bueno”, una pieza cuya partitura le había regalado Jerska en su cumpleaños. En una máquina de escribir con tinta roja traída secretamente del oeste por un periodista de Der Spiegel - la Stasi tenía registradas todas las máquinas de escribir -, Dreymann escribe un artículo sobre la extraordinariamente alta tasa de suicidio en la RDA, que es mantenida en secreto por el gobierno comunista. Por precaución, esconde la máquina bajo el umbral de una puerta.
Wiesler por su parte, bajo las impresiones de esta "vida de los otros“ y seducido especialmente por Christa, se desvía paulatinamente de su objetivo inicial de encontrar pruebas inculpatorias sobre Dreyman. A lo largo de la misión se percata también de la corrupción y el despotismo del régimen en el que vive y que alcanza incluso a sus propios amigos y superiores, y viendo mermada la fe en su propio gobierno, decide proteger a Dreyman escribiendo datos intrascendentes en los informes.
El artículo aparece publicado poco después en la revista "Der Spiegel“, de la Alemania Occidental. La Stasi, disponiendo de una copia del escrito original que ha conseguido un informante, busca febrilmente al escritor responsable. Cuando Christa-Maria es llevada por mandato del ministro Hempf a la prisión de la Stasi en Berlín, no puede soportar la presión y confiesa al superior de Wiesler, Anton Grubitz, que Dreyman es el autor del artículo. Sin embargo, la máquina de escribir usada no es hallada en el subsiguiente registro que se realiza.
Grubitz, suspicaz, organiza entonces un nuevo interrogatorio que él mismo vigila, entre Christa-Maria Sieland y Wiesler, para probar la lealtad de éste. Tras sufrir nuevas amenazas, la actriz revela el lugar concreto donde está escondida la máquina de escribir. Antes del registro que esta vez realiza el mismo Grubitz, se apresura Wiesler a ir a la casa del escritor y sale sigilosamente antes de que llegue nadie. Cuando el teniente coronel de la Stasi se dirige hacia el escondite de la máquina, Christa-Maria no puede soportar la culpa y la vergüenza de la traición, y huye atormentada. El escondite, para sorpresa de Grubitz y Dreymann, está vacío. Christa corre aturdida a la calle y es atropellada por un camión. Dreyman llega al lugar y ella muere en sus brazos. Pensando que ella había retirado la máquina para protegerle, llora desconsoladamente.
Grubitz tiene claro que Wiesler ha debido ser el encubridor, y aparte de prohibir su ascenso en 20 años hasta que se retire, le relega a una posición en el ministerio donde abre la correspondencia de la gente (una prueba más del despotismo del regimen estalinista). Años después, tras la caída del Muro de Berlín, Weisler se convierte en un simple repartidor de publicidad.
Dreyman, en un Berlín post-Guerra Fría, se encuentra con Hempf tras ver una obra de teatro, descubriendo que él no había sido diferente y que había estado bajo vigilancia durante el régimen comunista al igual que todos los demás. Esto le lleva a indagar en los archivos estatales y a leer todos los informes de Weisler sobre su vida. Extrañado primero por las inexactitudes que contiene ve finalmente una mancha roja - como la tinta de la máquina de escribir - sobre el último informe y se da cuenta de que su protector era HGW XX/7, el firmante de los informes, quien también sustrajo la máquina de escribir el día del registro. Dos años después, Wiesler pasea por la calle con su carrito de repartidor cuando descubre en el escaparate de una tienda una gran fotografía promocional de Dreyman junto a un libro titulado "Sonata para un hombre bueno". Movido por la curiosidad, entra en la librería y abre un ejemplar. La dedicatoria reza: "A HGW XX/7, en Agradecimiento". Se lo da al librero para que le cobre y éste le pregunta si lo envuelve para regalo y Weisler, en un doble juego de palabras, contesta escuetamente: "Es para mi".
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